jueves, 2 de julio de 2015

¿POR QUE NOS HICIMOS TAN SEXUALES? EL CONTRATO DEMOCRATICO Y EL SEXO


  
Somos la especie más sexual que existe sobre el planeta. La especie humana es casi la única que ha independizado el placer sexual de la reproducción. Sólo en algunas etapas de la evolución humana la sexualidad no estuvo atada a la función reproductora. Permanentemente, las religiones occidentales repudiaron la posibilidad de que el placer sexual fuera un fin en sí mismo.

En el transcurso de millones de años de evolución, ocurrieron una serie de hechos que justifican la necesidad de que seamos tan sexuales. En algún momento evolutivo, los protohomínidos se pararon y comenzaron a caminar en dos patas (Homo erectus). Esto implicó un cambio en la situación de la hembra, que antes lucía sus genitales a la vista del macho y emitía olores que en épocas fértiles lo atraían sexualmente. Fue necesario modificar los hábitos sexuales, pues si no se hacía la especie no se reproduciría. La hembra desarrolló un ciclo sexual diferente: podía y deseaba copular en cualquier momento, ya no hubo períodos de celo. El macho sufrió modificaciones: ostentaba un pene largo y a la vista y asumía roles cada vez más fuertes y se transformaba en cazador. Las hembras angostaron su cavidad pelviana. Sus bebés nacieron más pequeños y prematuros: requerían mayores cuidados maternales durante un largo período de inmadurez.

Hubo necesidad de proporcionarles alimentos a las hembras y a su descendencia, y el macho se hizo cazador y se creó la familia. A cada mujer de este grupo de cazadores y recolectores le convenía asegurarse la lealtad de uno o más hombres para que contribuyeran con carne y pieles a su alimentación y a la crianza de los hijos. Cada hombre deseaba tener derechos sexuales exclusivos de las mujeres y monopolizar su productividad económica, pues las mujeres eran recolectoras.

A raíz de estos sucesos, nuestros ancestros crearon la capacidad de enamorarse, de producir una impronta sexual de pareja única, con la consiguiente implementación de actitudes buscadoras de placer.

La especie humana desarrolló de manera diferente un nuevo órgano: la piel. Esta dejó de ser la capa que protegía de las inclemencias climáticas para convertirse en un órgano altamente sensitivo, donde se distribuyen gran cantidad de terminaciones nerviosas. La concentración de éstas en los genitales (glande del macho y zona clitoridiana de la hembra), determinó una "zona de placer" que hizo a nuestra especie buscadora del acto sexual.

El sexo placentero constante, sin las trabas del horario biológico de la ovulación, se hizo el motor del vínculo de pareja. Ya no copulábamos sólo para reproducirnos, sino porque eso nos daba placer.

En busca de placer, la especie humana fue extendiendo y modificando sus hábitos sexuales: monogamia, poligamia, fidelidad, infidelidad, homosexualidad, heterosexualidad y distintas variaciones en la conducta sexual (fetichismo, voyeurismo, travestismo, etc.)

El modelo de pareja monogámica actual se remonta a los últimos dos siglos. No es el único. La homosexualidad fue una práctica frecuente en culturas que nos precedieron.

Neurológicamente, la búsqueda del placer sexual está inscripta en las partes más antiguas de nuestra arquitectura cerebral. Sólo la especie humana la ha desarrollado de tal manera, que ha llegado a ligar indisolublemente los sentimientos (amor) con la sexualidad (deseo). Los fisiólogos han establecido una serie de conexiones que llevan a pensar que el ser humano es el ser sexuado más buscador de placer. Estudiosos de la conducta humana no cesan de señalar las implicancias sexuales (en el sentido de la búsqueda de placer) en muchísimos procesos sociales, conflictos psicológicos, obras de arte, etc.

Hoy en día, y también en nuestro país, no es la concupiscencia como tal la que se halla condenada a la picota, sino el sexo en cuanto relación de poder, el sexo como avasallamiento y opresión de la mujer. Se excomulga más las relaciones de dominio de los hombres sobre las mujeres en la esfera del sexo, que los placeres sexuales. Existe una politización del sexo, un desplazamiento de la temática de la carne hacia la del poder. Así es posible encontrar frecuentemente el dicho "se trata de poder" y "no del deseo". ¿Se logrará la desaparición de las formas manipuladoras de seducción?. Será parte de la democracia la visibilidad del cuerpo en los medios?

Es más lo que vemos y decimos que lo que está en los medios, pero, lo que está en los medios es mucho más que lo que está al alcance directo de nuestros ojos. Los muros de la casa se hacen transparentes y se desplaza la oposición entre lo privado y lo público. Los vicios y las virtudes encontrarán otros alojamientos y así los medios son agentes de las manifestaciones de la dimensión pública de lo privado y de la dimensión privada de lo público.

Será el mundo de la representación política la última fortaleza masculina, esfera machista y aún la más cerrada a las mujeres?

Por qué develar conductas eróticas de los políticos y estrategas varones nos interesan tanto? Será que siempre en los hombres la expresión de los sentimientos se lo asoció con mayor reserva, contención y control que a las mujeres? Balzac en el siglo XIX decía que " la vida de la mujer es el amor" y "toda la educación de las mujeres debe girar en torno a los hombres, gustarles, serles  útiles, propiciar ser amadas y honradas, educarlos de jóvenes cuidarlos de mayores, consolarlos, ..."    que les ha quedado a los varones en la entrega , en existir para el otro? Nunca nos enteramos demasiado de lo sentimental en su caso, sino de lo sexual. Será que "amar hasta perder la razón" es menos importante que" gozar sin trabas"?. Criatura "fuera de sí por naturaleza, inestable, histérica", la mujer, no así el hombre.

Todos los discursos apuntan a cuestionar la libido, la fidelidad y la exclusividad amorosa. Las pasiones tiene tiempos distintos al amor, y a los juramentos de " para siempre" O es que los varones tienen una prisión de género distinta a las mujeres para el ejercicio de su sexualidad? Los hombres suelen abordar con renuencia los asuntos amorosos.

Las mujeres se declaran menos infieles que los hombres, además contabilizan menos compañeros sexuales que los hombres a lo largo de su vida, reflexionan en menor cantidad que los varones que las infidelidades pasajeras refuerzan el amor. A fines del milenio, las mujeres siguen siendo" menos coleccionistas" que los hombres. Los hombres no asocian sexo y sentimiento de la misma forma que la mujer, contemplando son suma facilidad su disyunción.

A fin de milenio sobrevienen a la luz pública las mujeres que acosan: (caso de la maestra de Bahía Blanca). Los hombres ya no son más "cabeza de familia" y entonces "¿no tienen el pene perfecto?". Por ello el Viagra?

En el 2.000 los hombres siguen considerando a las mujeres como contradictorias, enigamáticas, imprevisibles y complicadas y ellas les reprochan ser egoistas, faltos de sentimentalidad, mutilados afectivos. Hombres y mujeres antropológicamente nos sentimos similares psicológicamente y desemejantes sexológicamente. No nos hemos reconciliado en una versión andrógina.


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