Existe una
antigua frase: “El mundo entra por los ojos" y
es cierto que no existe ningún sentido, ningún órgano sensorial
que capte con tanta fuerza la realidad como la visión. La vista nos ofrece al otro
como cuerpo en el espacio. Con sus ademanes y movimientos, en una síntesis
total. Cuando nos acercamos, se descubren los matices de su cuerpo y rostro.
Fue Helen Fischer, antropóloga quien dijo que “tal vez sean los ojos - y no el
corazón, los genitales o el cerebro - los órganos donde se inicia el romance
pues es la mirada penetrante la que provoca la sonrisa humana”.
Un aliado de la vista, muy importante
es la imaginación. En ella residen imágenes que en determinados
momentos son puestas en marcha y hacen navegar desde tierra por mares
insospechados. Por ello una mujer semivestida es mucho más excitante que
desnuda. Y
lo es, porque al tener cubierto parte o la totalidad de su cuerpo, necesita que
el hombre imagine, descubra, invente lo que no ve.
El encuentro
sexual se inicia en la ternura, que es como una atención delicada y sutil a
través de la cual dos personas se miran, se observan, se detienen la una en la
otra. La ternura es afectividad fina y delicada, antesala desde donde parte el
encuentro de la pareja. Su principal elemento son las caricias, los mimos,
gestos suaves y tacto atento que se mueve en torno al beso, primero lento y
parsimonioso y después apasionado y vibrante. Las caricias y los besos se
funden con las palabras. Se inicia otro lenguaje, cobrando especial relieve la
superficie externa de la piel, pues su estímulo erótico es muy importante. La
piel en toda su extensión, y las mucosas, cobran una importancia clave. La piel humana es
como una pradera en la que cada hoja de hierba equivale a una terminación
nerviosa, sensible al más leve contacto, y capaz de dibujar en la mente humana
el recuerdo del instante. Como en una lámina de estudio, varias flechas marcan
sobre la cartografía de nuestro cuerpo zonas erógenas culturalmente reconocidas,
en un diagrama bien aprendido con el que iniciamos nuestra actividad sexual. No
se trata de puntos arbitrarios pues coinciden con aquéllos donde se concentran
gran cantidad de terminaciones nerviosas, lugares que teóricamente responden
ante una estimulación adecuada y cuya inervación les concede una especial
sensibilidad.
En
cuanto al tacto, el sólo roce de la mano de la persona amada al principio de
esa relación, es una de las emociones más tiernas que existen. En ese contacto
se da una corriente afectiva y corporal intensa. Que naturalmente se asocia a
la mirada, al lenguaje, al silencio y a todo ese conjunto de elementos que
constituyen la comunicación entre dos personas. Las caricias, los mimos, el
silencio, van creando el clima necesario para que la comunicación sexual
alcance su cúspide.
Pero es
cierto tambien que las zonas erógenas varían de una persona a otra, por lo cual
la mejor manera de descubrir los lugares más erótico-sensibles del cuerpo de tu
pareja, es mediante la mutua exploración de la cabeza a los pies, con amor,
cariño y sensibilidad, de modo tal que el descubrimiento constituya toda una
diversión. No temas preguntarle a tu amante cómo y donde prefiere las caricias,
ni qué tipo de estimulación le resulta más placentera. Igualmente, es muy
importante conocer más cosas acerca de tu propio cuerpo, siendo un
descubrimiento variable y progresivo. Los juegos de caricias y los masajes
sexuales son formas excelentes de familiarizarse con las respuestas y
necesidades físicas de cada uno, en tanto que la estimulación táctil del
sistema sensorial de la piel intensificará sus reacciones erógenas.
Las respuestas a la
estimulación erótico-táctil son distintas en el hombre y en la mujer. Las
mujeres necesitan más caricias en el cuerpo para llegar a la excitación sexual
y normalmente son más sensibles a las sensaciones dérmicas que los hombres.
Existe un condicionamiento cultural donde "en las mujeres se fomenta el
disfrute de toda su sexualidad, mientras que los hombres se centran meramente
en su sexualidad genital." Los hombres que experimenten y disfrute de un
enfoque más suave y sensual en la relación amorosa descubrirán el placer y el
erotismo que conllevan las caricias en todo el cuerpo. Ambos sexos responderán
bien a las caricias amorosas en las siguientes partes del cuerpo: cabeza y
rostro, cuello y hombros, vientre y ombligo, perineo, piernas y muslos, pies y
dedos, etc.
Pero veamos algunos
detalles a tomar en cuenta:
En el arte de la
seducción y de un encuentro sexual, tan importantes son las palabras de amor,
los elogios y la afirmación, una mirada de aprecio en los ojos, la paciencia y
la comprensión de la sexualidad exclusiva de tu pareja, como conocer tus zonas
erógenas.
Sintonizar con tu
pareja es como aprender a tocar un instrumento musical. Tienes que ser sensible
a sus matices.
La diversión del
descubrimiento. El cuerpo es una zona potencial de placer que generalmente
divierte explorar.
Roce sexual.
Mordisquear las áreas delicadas del rostro es muy sensual. Incluye las orejas,
la nariz y los labios.
Besos apasionados.
Roza y mordisquea sus labios con la lengua, y besa suavemente su boca, dejando
que aumente la pasión, antes de introducir la lengua.
Caricias con la
lengua. Acaricia el vientre mientras lo cubres lentamente de besos amorosos y a
continuación pasa la lengua alrededor del ombligo.
Mordiscos juguetones.
Los mordiscos en los pies pueden ser divertidos y, centrándose especialmente en
el dedo gordo, un poderos excitante.
Caricias en los
pezones. Con la punta de la lengua rodea la areola, la zona oscura pigmentada
en torno a los pezones. Succiona suavemente el pezón y a continuación sube y
baja la lengua sobre la punta.
Caricias en la parte
posterior del cuerpo. Aplícale caricias largas, lánguidas y afectuosas en los
hombros y en la columna vertebral antes de pasar a la parte interna de las
piernas.
Pero ahora vayan a
divertirse!.
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